El cerebro adicto
Poco tiempo atrás la drogadicción
se consideraba un problema moral y de falta de voluntad. Hoy es enfermedad y
tiene tratamiento o mejor dicho desintoxicación. La mayoría conocemos algún
caso de adicción: adictos al alcohol, al tabaco, a medicamentos legales o a
drogas ilícitas. La adicción puede variar, pero la respuesta conductual es
similar, ya que todas estas adicciones provocan la misma reacción en la química
del cerebro. Este descubrimiento ha alterado la forma de considerar, prevenir y
remediar las adicciones.
De igual manera se estas otras
como enfermedades crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo de
una sustancia sabiendo los daños que ocasiona. Al igual que otras enfermedades
como diabetes, adicción se puede tratar, y aunque no se consiga una cura
definitiva, el tratamiento incrementa la calidad y la duración de la vida,
aunque fuera en una calidad de vida con limitaciones y buenos manejos de
alimentación así como de igual manera horas de sueño adecuadas, con descansos y
distracciones adecuadas.
Otro punto de vista
La ciencia inicia el estudio de
la conducta adictiva en los años de 1930 se pensaba que las personas adictas a
las drogas y al alcohol tenían una moralidad deficiente y carecían de fuerza de
voluntad. Estas ideas cambiaron la ideología de la sociedad al abuso de drogas.
Se le consideraba un problema moral y no de salud. Así, en lugar de diseñar
acciones preventivas y terapéuticas, se optaba por el castigo y se señalaba a los
adictos. A raíz de importantes descubrimientos que empezaron en la última
década del siglo pasado, se ha ido transformando nuestra comprensión de las
adicciones y la imagen del adicto. En entrevista con ¿Cómo ves? la doctora
María Elena Medina Mora Icaza, directora del Instituto Nacional de Psiquiatría
"Ramón de la Fuente Muñiz" (INPRF), narra lo que propició este cambio
de visión. La investigadora mexicana-estadounidense Nora Volkow, quien estudió
medicina en la UNAM y es hoy directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de
Drogas de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), observó en imágenes
cerebrales la influencia de las drogas sobre diversas zonas del cerebro y
encontró la causa física de la dependencia de sustancias como la cocaína y los opioides.
"Esto nos llevó a entender por qué los pacientes, aunque quisieran, no
podían dejar las sustancias por sí solos, sino que realmente necesitaban
tratamiento", señala la doctora Medina Mora, agregando que éste fue un
indicio importante de que las adicciones tenían todas las características de
una enfermedad. La adicción se considera hoy una enfermedad del cerebro porque
las drogas modifican la química, la estructura y el funcionamiento de ese
órgano.
Efectos de algunas sustancias
Nicotina. Estimulante que se
encuentra en cigarros y otras formas de tabaco. Es muy adictiva y al fumarse
eleva el riesgo de cáncer, enfisema, trastornos bronquiales y problemas
cardiovasculares.
Alcohol. Su consumo puede dañar
el cerebro y la mayoría de los órganos. Las áreas cerebrales especialmente
vulnerables a esta droga son la corteza cerebral (funciones ejecutivas), el
hipocampo (memoria y aprendizaje) y el cerebelo (coordinación de movimientos).
Mariguana. Puede dañar la memoria y el aprendizaje de corto plazo, la capacidad
de concentración y la coordinación. Aumenta el ritmo cardiaco y puede
perjudicar los pulmones, así como elevar el riesgo de desarrollar psicosis en
personas vulnerables.
Inhalables. Sustancias volátiles
que se encuentran en muchos productos caseros, como pinturas, pegamentos y
algunos aerosoles. Son extremadamente tóxicos y pueden dañar el corazón, los
riñones, los pulmones y el cerebro.
Cocaína. Estimulante que por la
brevedad de sus efectos se suele consumir varias veces en una sola sesión. Puede
provocar graves consecuencias médicas relacionadas con el corazón y los
sistemas respiratorio, nervioso y digestivo.
Fuente: National Institute on Drug Abuse
Enfermedad crónica
"La adicción es una
enfermedad que progresa por etapas", puntualiza en entrevista el doctor
Rubén Baler, científico de la salud de la Oficina de Políticas Científicas del
NIDA. Baler explica que en la primera etapa las personas utilizan sustancias
para alcanzar la euforia que brindan, pero este consumo de drogas se convierte
muy rápido en enfermedad en quienes las utilizan en forma crónica. El cerebro
empieza a adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de
dependencia. He aquí algunos signos que sugieren adicción: consumir la droga de
manera regular, imposibilidad de dejarla, gastar en droga más de lo que se
tiene, extralimitarse para obtener droga (incluso robar) y sentir que se
necesita la droga para funcionar cotidianamente.
Cuando se abusa de las drogas se
alteran algunas zonas del cerebro como el tallo cerebral, que controla el ritmo
cardiaco, la respiración y el sueño; la corteza cerebral, que procesa la
información sensorial y nos permite pensar, planear, resolver problemas y tomar
decisiones, y el sistema límbico, donde se aloja el llamado circuito de
recompensa del cerebro. Dicho sistema motiva al individuo a repetir conductas
necesarias para la supervivencia y la reproducción como alimentarse y tener
sexo.
Al ingresar en el cerebro las
drogas obstaculizan su sistema de comunicación e interfieren en el proceso normal
de intercambio de información neuronal. Recordemos que las células nerviosas se
comunican por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores que
llevan mensajes entre ellas. Una neurona libera el neurotransmisor, que cruza
un espacio interneuronal, conocido como sinapsis, y se adhiere a un receptor
(una proteína) en otra neurona. Neurotransmisor y receptor embonan como una
llave en una cerradura.
La estructura química de drogas
como la mariguana y la heroína es tan similar a la de un neurotransmisor
natural, que los receptores las aceptan como si fueran el neurotransmisor.
Otras drogas, como las anfetaminas y la cocaína, hacen que se produzca una
cantidad excesiva de neurotransmisores naturales o evitan que el organismo
recicle el exceso de estas sustancias. En consecuencia, el mensaje
interneuronal se intensifica, impidiendo una comunicación adecuada.
La mayoría de las drogas
interfieren con la actividad de un neurotransmisor llamado dopamina, que
desempeña un papel fundamental en las sensaciones de placer. "El cerebro
está condicionado a repetir conductas que permiten la supervivencia y las
drogas actúan produciendo una activación mucho mayor de la que ocurre en las
situaciones naturales de recompensa", explica la doctora Medina Mora.
"El cerebro pierde la capacidad de sentir placer por las recompensas
naturales, pues se acostumbra rápidamente a las dosis masivas" de dopamina
que se producen al consumir una droga, y lo hace reduciendo su producción
natural, o bien disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de
este neurotransmisor. Así, cuando falta la droga el cerebro ya no cuenta con
dopamina suficiente y la persona deja de disfrutar cosas naturalmente
placenteras, lo que conduce a la apatía y a la depresión. "Cuando el cerebro
comienza a adaptarse a altos niveles de dopamina, el individuo tiene que usar
más y más droga para obtener el mismo efecto", añade Rubén Baler. Es
decir, se desarrolla tolerancia a la droga. En el individuo que ha llegado a
esta etapa, la falta de droga provoca el llamado síndrome de abstinencia, con
síntomas como ansiedad, irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de
sudoración, temblores y psicosis, y puede llevar a la muerte.
Ciertas investigaciones muestran
que la tolerancia a las drogas puede generar cambios muy profundos en las
neuronas y en los circuitos cerebrales, con efectos que pueden ser graves. Por
ejemplo, si el abuso de drogas altera la concentración óptima de un
neurotransmisor llamado glutamato, que participa tanto en el circuito de la recompensa
como en la capacidad de aprender, el cerebro intentará compensar el cambio
dañando en ocasiones la función cognitiva. Igualmente, el abuso de sustancias a
largo plazo suele provocar condicionamiento: ciertos factores ambientales se
empiezan a asociar con la experiencia de la droga y provocan un deseo
incontrolable de consumirla.
Este condicionamiento es tan
fuerte que la adicción puede resurgir incluso tras muchos años de abstinencia.
En palabras de Baler: "El
cuerpo es uno, y lo que vemos como dependencia psicológica es una manifestación
de los cambios en el cerebro, que intenta adaptarse y manejar niveles anormales
de neurotransmisores". El consumo crónico de drogas deteriora el
autocontrol y la capacidad de tomar decisiones adecuadas. Según Baler estas
adaptaciones del cerebro a las sustancias llevan al ansia incontrolable de
utilizarlas aunque el individuo sepa que tienen consecuencias catastróficas.
Biología y ambiente
Como todo lo que influye en
nuestra salud física y mental, la propensión a las adicciones proviene de
varios factores biológicos y ambientales. "Los factores genéticos más o
menos explican 40 o 60% del riesgo total. El resto son factores ambientales,
sociales, culturales, dietéticos. Todo tipo de factores que no entran en el
biológico", señala Baler y agrega que no existen personas sin riesgo
genético absoluto. "No se trata de uno o cuatro genes que sean
malos". Tenemos miles de genes. A fin de cuentas, el que se manifieste el
comportamiento adictivo dependerá tanto de lo genético como del entorno. Así,
incluso si un individuo tuviera genes que propician el comportamiento adictivo,
si en su entorno no se usan drogas o si su comunidad de compañeros y amigos no
las consume, será muy improbable que el individuo desarrolle adicción simplemente
porque hay una interacción positiva y robusta entre la parte biológica y la
parte ambiental.
Con todo, Baler indica que
algunas personas pueden definirse como más vulnerables, pues tienen un riesgo
mayor de desarrollar una conducta de abuso de sustancias; son las personas
proclives a conductas de riesgo o a la búsqueda de novedades.
Principales factores de riesgo
•Conducta agresiva temprana, •Habilidades
sociales deficientes, •Ausencia de supervisión paterna, •Compañeros/amigos que
abusan de sustancias, •Disponibilidad de la droga, •Pobreza …
y de protección , •Autocontrol,
•Relaciones positivas, •Supervisión y apoyo paterno, •Información, •Políticas contra el uso de
drogas, •Cohesión comunitaria,
Fuente: National Institute on
Drug Abuse
Dependencia física
Según María Elena Medina Mora hay
sustancias que por sí mismas son muy adictivas; por ejemplo, la heroína. Desde
que se usa por primera vez provoca una modificación estructural del cerebro.
Otras sustancias adictivas como el alcohol, el tabaco y la benzodiazepina
(medicamento psicotrópico que actúa sobre el sistema nervioso central) producen
dependencia muy rápido en las personas propensas.
Para que se desarrolle una
adicción importa igual lo adictiva que sea la droga, su disponibilidad y lo
aceptable que la considere la sociedad. La directora del INPRF señala que el
riesgo se puede medir en un laboratorio con modelos animales. Por ejemplo, una
rata de laboratorio es capaz de preferir la cocaína al alimento hasta la
muerte, pero esto no sucede con la nicotina. Sin embargo, entre los humanos hay
tres veces más adictos a la nicotina que a la cocaína y esto tiene que ver con
que la nicotina es más fácil de adquirir y su consumo es más aceptado por la
sociedad. En el caso del alcohol, otra droga de fácil acceso y con amplia
aceptación social, entre el 10 y el 15% de las personas que beben desarrollan
la dependencia. Uno de sus principales síntomas es el aumento de la tolerancia;
es decir, se necesita beber más para experimentar los efectos deseados. La tolerancia
se desarrolla muy rápido.
La primera vez que bebemos el
efecto es fuerte. Luego crece la tolerancia y aunque mucha gente controla su
uso, ese control se pierde en los adictos.
Con los adolescentes, factor de
riesgo.
"La parte del cerebro que es
responsable del juicio, raciocinio y control de la conducta se desarrolla hasta
los veintitantos años", explica la doctora Medina Mora. Como los
adolescentes suelen tomar sus decisiones a partir de las emociones y no del
juicio y el raciocinio, es más probable que abusen de las sustancias. El
problema principal es que en esa etapa de desarrollo el cerebro es mucho más
vulnerable. "La adolescencia es una época en la que se están desarrollando
todas las conexiones y exponer el cerebro a las drogas a esa edad tiene
consecuencias mucho más dañinas", indica la especialista. Los daños que
causa la mariguana en el cerebro pueden ser reversibles en las personas que la
empiezan a consumir en la edad adulta, pero no hay evidencia de que lo sean
cuando el abuso comienza en la adolescencia. Las investigaciones sugieren que
en este caso las consecuencias duran mucho más. "Al reunir a todas las
personas que han estado expuestas una o más veces al uso de sustancias,
controlando todas las demás variables, hemos encontrado que quienes desarrollan
dependencia generalmente comenzaron a usar drogas dos años antes que aquellos
que no la desarrollaron. Y aunque el punto de corte son los 17 años, para el
caso de la mariguana tenemos el riesgo incrementado hasta los 26 años".
Esto significa, según la especialista, que los adolescentes no deben ni beber,
ni fumar, ni usar otras drogas "y que tenemos que trabajar con todas las
políticas públicas que nos ayuden a protegerlos".
En cuanto a los usos medicinales
de la mariguana la doctora Medina Mora señala: "Todo este asunto de la
mariguana medicinal realmente confunde a los jóvenes". Si bien
anteriormente pudieron exagerarse los daños que provoca, esto no significa que
sea una droga inocua. Asimismo, es un error pensar que, por ser un producto natural,
no hace daño. "La heroína y el opio también provienen de productos
naturales y causan una dependencia terrible". Además, es un riesgo que
ocurra con ella lo mismo que con algunos medicamentos para aliviar el dolor,
que pueden causar fuertes dependencias y son actualmente el principal problema
de abuso de sustancias en Estados Unidos. En ambos casos, manejados
correctamente cumplen su función, pero si se hace incorrectamente, pueden ser
muy peligrosos.
Adicción sin sustancia
Un descubrimiento, realizado por
investigadores del Scripps Research Institute de California en estudios con
animales, en 2010, sugiere que los mismos mecanismos cerebrales que participan
en la adicción a las drogas aparecen en la compulsión de comer y el consecuente
desarrollo de la obesidad. En ambos casos el exceso puede provocar una
descompensación en el circuito de recompensa; en los comedores compulsivos, los
impulsa a buscar alimentos ricos en grasas. Esta similitud hace pensar que
muchas de las compulsiones, o conductas adictivas humanas (por ejemplo,
adicción al sexo y a los juegos de azar) podrían tener relación con
desequilibrios de dopamina o de otros neurotransmisores. Así, aunque en
principio estas conductas no sean adictivas, pueden llevar a la adicción.
Problemas mentales y
vulnerabilidad
Otro grupo de riesgo está formado
por las personas que tienen algún tipo de padecimiento mental, como bipolaridad
o esquizofrenia. "Sabemos que existe un gran porcentaje de comorbilidad
(es decir, de presencia de dos trastornos simultáneos: la adicción y una
enfermedad mental)", dice Rubén Baler. Aproximadamente 60% de las personas
con problemas de abuso de sustancias tienen también una enfermedad
psiquiátrica.
La doctora Medina Mora ilustra
con el caso de un niño con problemas de ansiedad; por ejemplo, las fobias que
surgen más o menos a los siete años. Si este niño llega a la edad adulta sin
encontrarse con las drogas o con el alcohol, probablemente ya para entonces
podrá resolver su problema. No obstante, si en su adolescencia prueba el
alcohol y descubre que éste reduce la ansiedad, confundirá ese efecto con la
solución de sus problemas y será mayor el riesgo de que desarrolle dependencia.
Ya adulto seguirá teniendo el problema de la ansiedad y además una adicción. Es
importante identificar lo más pronto posible a la gente que padece enfermedades
psiquiátricas o, en general, que es más vulnerable a caer en adicciones.
El uso de drogas como la
mariguana en edades tempranas aumenta el riesgo de depresión. Algo similar
sucede con la esquizofrenia, cuyo riesgo aumenta entre una y siete veces en
quienes empezaron a fumar mariguana antes de los 25 años.
Consecuencias conductuales,
familiares y sociales
Todas las adicciones pueden tener
graves consecuencias para la salud y las relaciones humanas y, por tanto, para
el bienestar personal, familiar y social. Este trastorno afecta varios
circuitos cerebrales. "No solamente el circuito que calcula la
recompensa", dice Rubén Baler, "sino también los relacionados con el
aprendizaje, con la memoria, con el control de emociones, con la toma de
decisiones; son varios circuitos. Todos interactúan entre sí y muestran una
disfunción en el adicto". Asimismo, dependiendo de la sustancia y del
tiempo que se haya empleado, los efectos sobre la salud pueden ir de
enfermedades cardiovasculares, enfisema o cáncer, al desarrollo de trastornos
mentales irreversibles.
Siendo adicto se corre también el
riesgo de sufrir o infligir a otras personas algún daño no intencional, o de
incurrir en actos de violencia o delitos por influencia de las drogas o de la
abstinencia. La doctora Medina Mora señala que "las drogas también son un
problema social con muchas facetas porque tener un adicto en la familia la
modifica, afecta su calidad de vida y tiene un impacto emocional, económico y
social". Por esta razón se buscan enfoques de tratamiento que permitan a
las personas con adicción abandonar la sustancia, pero al mismo tiempo que
modifiquen, desde el aspecto bioquímico y conductual, las causas que provocan y
agravan su adicción. Para que un tratamiento sea efectivo debe atacar por todos
estos frentes. "Por ejemplo, hay que entrenar de nuevo los circuitos
neuronales que calculan las recompensas naturales: la de la comida, la de salir
con amigos, la del sexo. Todos los aspectos de la recompensa natural que se
volvieron disfuncionales en el adicto", señala el doctor Baler.
Lo mismo sucede con los circuitos
relacionados con la voluntad (memoria, emociones, toma de decisiones).
"Cada uno de estos aspectos relacionados con las funciones ejecutivas
tiene que ser atacado de un modo distinto", dice Baler. Así, algunos
pueden recibir tratamiento con fármacos; otros requerirán terapias
cognitivo-conductuales o intervenciones motivacionales, entre otras terapias de
eficacia probada en las personas adictas y que también suelen combinarse con
fármacos. No obstante, añade Baler, "el mensaje importante es que la
adicción conlleva el desajuste de muchos circuitos, y que para tratar al adicto
deben tenerse en cuenta todas las disfunciones al mismo tiempo".
Por tanto, el tratamiento debe
definirse según la persona, el tipo de sustancia, el ambiente en que vive y sus
recursos, internos y externos. No se intenta resolver únicamente el problema
bioquímico, sino considerar al individuo y su contexto: su familia y su lugar
de trabajo. En definitiva, se requiere una terapia multidimensional que procure
entrenar nuevamente un cerebro que aprendió algo totalmente anormal, pues la
adicción, en última instancia, es una enfermedad de aprendizaje.
Como la diabetes, la adicción es
crónica e incurable. Así, siempre se pueden sufrir recaídas. Pero la
probabilidad de recuperación es similar a la de la diabetes y puede controlarse
para mejorar la calidad de vida. En consecuencia, la recaída no debe
considerarse como el fracaso del tratamiento; sólo indica que éste tiene que
repetirse. La doctora Medina Mora señala que si entendemos que la adicción es
una enfermedad y que la recaída forma parte de ella, un tratamiento exitoso no
debe medirse sólo por la abstinencia, sino por la disminución de las recaídas,
así como de su gravedad y duración. "Esto realmente mejora la condición de
salud y los periodos de abstinencia incrementan la esperanza de vida".
El mejor enfoque: la prevención
Pero para no llegar a necesitar tratamiento
Rubén Baler propone la prevención universal: "Evitar todo lo que sabemos
que es dañino y tratar de promover y enaltecer lo que sabemos que es
positivo". Entre los factores negativos se encuentran, por ejemplo, los
padres adictos, la pobreza extrema, la mala nutrición, la falta de ejercicio,
así como un ambiente que no sea confiable para los chicos y, desde luego, un
entorno de violencia. "Deben evitarse esas actividades desafiantes, o de
franca delincuencia", pues son factores de muy alto riesgo. Baler añade
que no es cuestión de magia. "Todo lo que promueve un ambiente saludable
por fuerza va a reducir el riesgo absoluto de abuso de sustancias".
Y la doctora Medina Mora agrega
que "tenemos que trabajar para que se deje de vender alcohol a los adolescentes",
lo que sucede incluso en tiendas establecidas que funcionan las 24 horas.
También hay que frenar la disponibilidad de inhalables y de cigarros sueltos.
Proteger a los adolescentes de las drogas es fundamental, "pues toda la
evidencia de salud pública nos habla de un riesgo mayor" en la
adolescencia. Al documentar tanto la investigación que ha realizado la doctora
Nora Volkow como la que ha financiado el Instituto Nacional de Psiquiatría se
encontraron todos los elementos que definen la adicción como una enfermedad
tratable. Ahora la política pública debe reunir esta evidencia científica,
compartirla con la población y convertirla en una convicción social.
Más información
•www.drugabuse.gov/es/información-sobre-drogas
•Ruiz Loyola Benjamín, ¿Cómo ves?
Las drogas, Col. ¿Cómo ves?, No. 3, UNAM, México, 2002
En mi muy humilde punto de vista:
No todas las adicciones se
generan por sustancias químicas y/o naturales. También podemos hablar de adicción
a actividades, como el ejercicio, las
mascotas, algún modo de vida o estilo de vida, o peor aún, movimiento urbano. El
cerebro en una maquinaria perfecta capaz de generar impulsos para hacer adicción a cualquier cosa de índole
física, espiritual o del universo, como adicción a mira hacia el cielo, las
estrellas, la luna etc.
Un cerebro adicto es sano solo
que hay adicciones buenas y adicciones malas, y en último de los aspectos en exceso
todas las adicciones son malas.
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